Abstract:
A finales de 2019 que se identifica un nuevo coronavirus en la cuidad de Wuhan, capital de la provincia china de Hubei, el cual es causante de neumonía atípica severa. Siendo inicialmente designado como 2019-nCoV, sin embargo, al momento ha recibido una nueva designación como SARS-CoV-2 (Gorbalenya et al., 2020) y la enfermedad que produce se conoce como COVID-19.
Las infecciones en seres humanos por coronavirus no son ajenas a la historia. Recordemos las epidemias de SARS entre 2002 y 2004 en el sudeste asiático principalmente (Peiris, 2003), o la epidemia de MERS en 2012 en la zona del oriente medio (Zumla et al., 2015), que generan infecciones respiratorias severas y que en definitiva se han convertido en la antesala de lo que estamos experimentando actualmente. Tomando en consideración los actuales avances genética y taxonomía, se ha evidenciado la cercanía filogenética entre el SARS-CoV y una relación menos cercana con el MERS-CoV (Ge et al., 2020), conociendo en los casos anteriores los reservorios naturales y los intermediarios, sin embargo en el caso se SARS-CoV-2 el intermediario aún no está completamente dilucidado y hay evidencia genética que podrían haber más de un intermediario (Liu et al., 2020).
El periodo de latencia es variable de acuerdo a varios estudios indican hasta catorce días antes del inicio de los síntomas (Q. Li et al., 2020), sin embargo la mayoría de los autores tienen datos que sugieren un promedio de 5.2 días (Q. Li et al., 2020) antes del inicio de los síntomas como periodo de latencia. La mayoría de los cuadros reportados eran en el grupo etario de 40-59 años (Huang et al., 2020) además de ser el sexo masculino el más afectado (X.-W. Xu et al., 2020). Aproximadamente el 40% de la probación afectada tenía alguna comorbilidad subyacente, siendo la hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares las más prevalentes (Rodriguez-Morales et al., 2020).
De acuerdo a la clínica y es espectro de presentación podemos dividir a esta enfermedad en asintomático/enfermo leve (80%) , enfermedad moderado/severo (15%), enfermedad critica (5%), siendo los casos moderados a severos los que requieren manejo hospitalario (Z. Wu & McGoogan, 2020). Se han descritos varios factores de riesgo para desarrollar enfermedad severa/critica entre los cuales se destaca las enfermedades cardiovasculares así como enfermedades metabólicas y pulmonares crónicas, además de la edad avanzada (Zhou et al., 2020). La complicaciones más evidente que pone en riesgo la vida del paciente y en definitiva condiciona su ingreso a UCI es el SDRAG (C. Wu et al., 2020) y esto condiciona aproximadamente un 21% de pacientes que requieran admisión en UCI y tratamiento intensivo (Immovilli et al., 2020), tomando en consideración que de estos pacientes se tiene una estancia prolongada en UCI (Qian et al., 2020) y una mortalidad que oscila entre el 30 y 40%, siendo mayor mortalidad de los pacientes más críticamente enfermos (Quah et al., 2020).
Sobre esta base se torna evidente la necesidad de crear guías y protocolos de manejo que ayuden al personal de salud en las decisiones clínicas vitales para el buen control y tratamiento de los pacientes, tomando en consideración que es una enfermedad nueva y que cada día hay más información actualizada sobre el quehacer propedéutico y terapéutico en relación al SARS-CoV-2.