Abstract:
El Síndrome de distrés respiratorio agudo grave por coronavirus (SARS-COV-2), es una
enfermedad relativamente nueva que surgió a finales del año 2019. Hasta el momento no
se ha podido determinar datos exactos sobre la prevalencia e incidencia de la enfermedad
provocada por el COVID-19 ya que el número de casos nuevos y de fallecimientos va en
incremento a pesar de las normas de prevención implementadas.
Con respecto a los grupos etarios, en un estudio retrospectivo realizado en 552 hospitales
de 30 provincias de China con 7736 pacientes, se demostró que la edad promedio de
contagio fue de 47 años (IR de 35 a 58 años), el 48.10% fueron de género masculino y
41.9% femenino. De toda esta población, el 5% ingresaron a Unidad de Cuidados
Intensivos (UCI), el 2.3% necesitó ventilación mecánica y el 1.4% fallecieron (Huang
et al., 2020)
Al igual que los otros virus respiratorios, el coronavirus se transmite de manera directa e
indirecta. La directa se da de persona a persona (sintomática y asintomática) , por medio
de microgotas expulsadas con la tos y el estornudo o por secreciones, y la indirecta por el
contacto de las mucosas orales y/o nasales con superficies contaminadas (Mehta et al.,
2020) (Rojas-Zumarán et al., 2020). Se ha reportado adicionalmente que existen pacientes
asintomáticos llegando a ser hasta un 85% siendo estas fuentes de propagación del virus,
y si tomamos como referencia a lo ocurrido en el crucero Diamond Princess en Japón, el
50% de las pruebas realizados que fueron positivos eran de pacientes asintomáticos.
(Rojas-Zumarán et al., 2020)
El cuadro clínico se caracteriza por la presencia de signos y síntomas inespecíficos, como
fiebre (80%), tos seca (76%), rinorrea, mialgias y/o sensación de fatiga o cansancio
(44%), cefalea (8%). En pacientes con complicaciones más severas ver Tabla No 1. se
presenta disnea (55%), taquipnea, hipoxia y neumonía (10-15%) con la consecuente
disfunción pulmonar progresiva, teniendo como resultado una alteración del intercambio
gaseoso, con requerimiento de soporte ventilatorio, que en los casos graves puede
progresar a un estado de choque, falla multiorgánica y muerte (Han et al., 2020)(Rojas Zumarán et al., 2020
Dentro de los efectos de la infección por COVID-19, está el Síndrome de Respuesta
Inflamatoria Severa, que desencadena la excesiva generación de trombina y una
disminución de la actividad fibrinolítica, estado que predispone a un aumento del riesgo
de sufrir eventos tromboembólicos en el organismo (Bikdeli et al., 2020; Sarzi-Puttini
et al., 2020). La determinación del riesgo para desarrollar en TVP se puede conocer
usando la escala de WELLS. Tabla No 2
Esta respuesta inmune exagerada está dada por la activación excesiva de los macrófagos,
proliferación incontrolada de células T e hipersecreción de citosinas proinflamatorias,
como son: la (IL) IL-1β, IL-6, interferón y factor de necrosis tumoral α (TNFα). Este
fenómeno se lo catalogó como: Respuesta Inmune Trombótica Asociada a SARS-CoV 2/COVID-19 factor responsable de la fatalidad en estos pacientes (Gauna & Bernava,
2020; Guti et al., 2020)
La hipoxia encontrada en COVID-19 grave puede estimular eventos trombóticos, ya sea
por el aumento de la viscosidad sanguínea, como por la transcripción de factores
inducibles por hipoxia, encargados de la regulación de la hemostasia. (Gupta et al., 2019)
Dentro de las complicaciones hematológicas observadas en pacientes COVID-19 se
observó que el 63% presentaron elevación transitoria del tiempo de tromboplastina (TTP)
y dímero D (DD) en las primeras 2 semanas de infección, mientras que el 2,5% de los
pacientes desarrollaron coagulación intravascular diseminada, asociándose a mayor
mortalidad. (Huang et al., 2020; Lillicrap, 2020).
Estas complicaciones hematológicas conllevaron a que un 25% de pacientes con
diagnóstico de COVID 19 que no recibieron tromboprofilaxis desarrollen Enfermedad
Tromboembólica Venosa (ETEV) y de estos el 40% fallecieron siendo un porcentaje más
elevado en pacientes de UCI debido al daño multiorgánico asociado (Kollias, 2020). Es
por estas razones que el uso de anticoagulación y tromboprofilaxis es mandatorio ya que
el riesgo de mortalidad disminuye hasta en un 20%. (Connors et al., 2020)