Abstract:
En una historia antigua, Odiseo dice llamarse Nadie para escapar de un cíclope ante la
conmoción del océano; en un cuento de Jorge Luis Borges, un hombre del futuro dice ser
Alguien para liberarse de la vida. En la orilla de algún otro lugar, un sabio arcano –o acaso
un justo verdugo– lanza minúsculas gotas de nueva evidencia sobre el asesino que ha
muerto en su ley: en el lente de ese catalejo se ejecuta la verdadera vindicación. En otros
espacios y tiempos, el espejo refleja la alteridad de un escritor horrorizado que no quiso
perseverar en su ser,2 sino contentarse en la ilusión de un albedrío voluntario para cada
individuo. La libertad atraviesa todas estas narrativas como un subtexto permanente, como
un punto de fuga, como la imposibilidad predeterminada y el bien necesario e ilusorio, por lo tanto, real. Como la gota de agua en la clepsidra. La libertad traspasa de tal forma
a Borges que ni siquiera la nombra y en él es vital.
En su línea biográfica, dos –o quizá mil– Borges distintos configuran la
metamorfosis del escritor. Evidencian cómo el concepto de libertad fue consolidándose
poco a poco, en su pensamiento y delineando su camino desde una ética anarquista liberal,
inscrita desde tiempos anteriores en la historia familiar. No es relevante definir si ese
camino es literario o personal, pues en Borges ambos temas convergen en el discurso
entregado o en la ficción transparente. Las fronteras se entrecruzan.
Jorge Luis Borges era un joven de izquierdas, cuya literatura comenzaba a surgir
y a comprometerse con esa lucha. Cuando las ansias juveniles se aplacaron con la adultez,
su ruta cambió hacia el lado opuesto, al sitio donde primero se considera al individuo.3 En
este punto, la única forma de compromiso se convierte en un deber exclusivo hacia lo
estético-literario, sin que esto anule su preocupación por “la importancia del valor moral
–que él considera capital– en la literatura”.4 Fue acusado de apátrida, de clasista y
reaccionario, de no estar comprometido con la lucha social.5 Borges decide virar la cara
hacia la ficción fantástica y, desde allí comenta, sugiere o condena, aplica su doctrina de
las costumbres y es prolijo en impedir que sus escritos se conviertan en alegorías
ideológicas. No se desprende de su afinidad por Schopenhauer. En gran medida, de él
viene esa entonación aparentemente pesimista y la idea de una trama que sugiere la
ubicación en los mapas y laberintos de la vida.
El tema que propongo en este trabajo se centra en el acercamiento al concepto de
libertad que, observo, se entreteje en los hilos y costuras de tres relatos de Jorge Luis
Borges: “Utopía de un hombre que está cansado”, “Deutsches Requiem” y “El otro”. Mi
elección encontró varias razones, entre ellas la apreciación de un cierto tono y actitud de
la literatura borgeana no perceptible en la mayoría de textos latinoamericanos
contemporáneos al autor, literaturas de corte más realista, localistas y comprometidas, centradas en aspectos políticos evidentes, recostadas en ideas como la lucha de clases, la
revolución o la hermandad de los hombres, y muy poco pendientes de la noción de libertad
en cada persona, su concepción concreta y la aproximación a sus experiencias dentro de
la voluntad propia e individual. Un pasaje clave en esta concepción es la espontánea
reflexión de Borges durante una conversación con su amigo Adolfo Bioy Casares, surgida
a mediados del año 1956, con respecto a la estética de Menéndez y Pelayo, y publicada en
la biografía Borges: “Los críticos creen que se puede pensar en una moraleja y después
escribir la fábula […]. Comprende el error de la escritura al servicio de las ideas: literatura
engagée6 y todo eso” (Bioy, 2011, p. 51). En una época en la que las guerras habían dejado
cicatrices profundas, las revoluciones seguían acomodando sus significados y el hecho de
no enaltecer lo local era ser un paria, el gesto de Borges es subversivo. Los tres cuentos
escogidos lo son. En otra de aquellas conversaciones con Bioy Casares resulta esta idea:
“[Borges] Me dice: «Muchos autores viven en el temor de que sus escritos sean demasiado
fuertes y el peligro es que sean demasiado débiles»” (p. 7). La fuerza de Borges está en la
sugerencia, en la ubicación marginal –física o metafísica– desde donde ojea y cuenta; en
el invento incompleto y enmascarado, con información poco comprobable; en su método
que pone en constante tensión a la voluntad individual con el infinito y “divino laberinto
de los efectos y las causas”.7