Abstract:
La maternidad debe ser comprendida como un proceso y un transitar tanto individual como
social, puesto que obedece a múltiples reproducciones del discurso. Por lo tanto, no se le puede
otorgar un significado unívoco que pretenda englobar un cúmulo de experiencias personales y casi
íntimas.
Como todo proceso, se moldea, cambia y se modifica con el tiempo, el entorno, la cultura, la
sociedad y otros factores que, no necesariamente, se limitan a las explicaciones biológicas que
durante años se encargaron de liderar y promover aquellos discursos biologicistas que
promulgaron la reproducción sexual, la división sexual del trabajo y la manera en la que los
individuos debían asumir sus roles. En este sentido las madres se inscriben bajo un contexto social
e histórico, y, por lo tanto, la maternidad no puede ser comprendida como un hecho natural,
atemporal y universal, sino como una parte de la cultura en continuo cambio (Palomar Varea,
2005, p. 6).
Aunque, históricamente en la mayoría de las culturas la maternidad ha sido vista desde la
feminidad al punto de convertirse en el eje articulador de la identidad femenina (Palomar Varea,
2005, p. 9); a través de los años, podemos evidenciar que la maternidad se expande y moldea a la
luz de una cultura. La forma de vivir la maternidad para las madres se inscribe en un contexto
social que delimita no solo sus posibilidades sino también sus anhelos y aspiraciones. Se trataría
entonces, de un contexto social en el que se inscriben los imaginarios de la maternidad, que por
supuesto están en permanente transformación y resignificación.
Por lo tanto, los roles sociales han tenido, también, que modificarse en función de las nuevas
exigencias sociales. Los nuevos contextos han transformado las labores de los géneros y con ello
han variado los roles y sus significaciones, de modo que la maternidad también requiere ser
repensada para dar respuesta a estos cambios.
Los distintos momentos sociales traen consigo una serie de codificaciones que nos permiten
comprender la cotidianidad, es por ello que resulta fundamental entender el tipo de sociedad en el
que se afirman determinadas regulaciones sobre los roles específicos y la vida social en general.
Así, la sociedad moderna nos distancia cada vez más de la familia, de la tribu y de la comunidad
como experiencias de socialización que desde la perspectiva cosmogónica permiten a la nueva
madre y al nuevo ser un punto clave para su reinserción a la dinámica social. Por todo esto es que
en las circunstancias actuales nos enfrentamos a condiciones sociales que cuestionan,
problematizan y dificultan la maternidad como experiencia cotidiana y como comprensión social.
Adicionalmente, el incremento en el flujo migratorio (interno y externo) ha traído múltiples
cambios para la dinámica familiar y transformaciones para la comunidad, todo esto ligado a las
exigencias sociales e institucionales propias de la modernidad que de esta manera continúan
alimentado a un sistema que disuelve lo colectivo, la comunidad y promociona el éxito individual.
“En la actualidad, el mundo material es ligero, fluido y móvil. Nunca había creado la ligereza
tantas expectativas, deseos y obsesiones. Nunca había hecho comprar y vender tanto” (Lipovetzky,
2015), gracias a la tecnología existe la ilusión de un fácil acceso a todo, hoy en día nos enfrentamos
a lo que Bauman (1999) llama “modernidad líquida”, los valores, los roles, las relaciones, prácticas
cotidianas, las instituciones y todo aquello que conforma la sociedad ha ido tomando nuevos
significados y prioridades.